El texto relata la historia de Fernando, un perro callejero que fue adoptado por todo un pueblo y recibió honores literarios y estatuas en su honor.
Todo comenzó en una Nochebuena de 1951, cuando este singular y peludo can apareció en un bar de la ciudad, buscando refugio durante una tormenta. De manera curiosa y casi como una paradoja del destino, se acurrucó a los pies de Fernando Ortiz, un reconocido cantante de boleros que estaba de paso por el lugar.
Ortiz se convirtió en su “dueño oficial” y le otorgó su propio nombre. Sin embargo, el perro rápidamente se ganó un lugar especial en el corazón de los lugareños y convirtió a la ciudad en su hogar. Todos deseaban recibirlo en sus hogares y pasar tiempo con él en los bares y restaurantes que frecuentaba. Resistencia había adoptado a Fernando, y él, un ser angelical con cabello blanco y cuatro patas, había adoptado a toda la ciudad. Su rutina famosa consistía en disfrutar de un café con leche y medialunas en la oficina del gerente del Banco Nación por las mañanas, o cenar en el Bar “La Estrella”.
Fernando no solo era un personaje simpático, sino que muchos confirmaron su excelente oído musical. Se sentaba junto a orquestas y solistas, moviendo su cola en señal de aprobación. Sin embargo, si alguien cometía un error o desafinaba, comenzaba a gruñir o a aullar, para luego marcharse.
Lamentablemente, el 28 de mayo de 1953, la ciudad de Resistencia se vistió de luto cuando una trágica noticia heló la sangre de sus habitantes. Mientras corría por la zona de la Plaza Central, un automóvil impactó al perro, dejándolo herido y causándole la muerte.
Toda la ciudad lloró su pérdida y el impacto que Fernando había tenido en sus vidas quedó reflejado en la multitud que asistió a su entierro, uno de los más simbólicos en la historia del Chaco.
Hoy en día, descansa bajo la vereda del emblemático centro cultural “Fogón de los Arrieros”. Y aunque ya no esté físicamente presente, su legado de amor perdura en el corazón de aquellos afortunados que compartieron parte de sus vidas con él.
Pedro Matías Cacivio